Mario Mendoza y Keco Olano, autores de estas dos novelas gráficas que Grupo Planeta ha traído a México, hablan con SinEmbargo sobre cómo idearon estas historias que tienen un trasfondo que trastoca mucho de los males con los que lidia la sociedad latinoamericana.
Ciudad de México, 16 de octubre (SinEmbargo).– Los colombianos Mario Mendoza y Keco Olano han elaborado historias de ciencia ficción a partir de una visión latinoamericana y lo han hecho —según sus palabras— “sin ninguna vergüenza, con un total desparpajo, con cinismo e incluso de una manera provocativa”.
El resultado de esta determinación son dos novelas gráficas: El último día sobre la tierra y Kaópolis, las cuales han llegado al mercado mexicano de la mano de Grupo Planeta.
En la primera, se relatan las premoniciones de 10 personajes sobre el cataclismo que acabará con la existencia misma, en una reflexión sobre el tema climático “de una sociedad que va de manera ciega hacia su propia autodestrucción”. En lo que respecta a la segunda, Kaópolis, la historia se aboca a la decadencia de una sociedad corrupta y totalitaria.
“Queríamos hacer algo que conectara perfectamente con los lectores, algo enmarcado dentro de un medio latinoamericano porque le va a dar una estética muy propia que no se ha explorado mucho en el cine ni en la novela gráfica. Era un territorio bastante propicio para entrar a especular, a experimentar y a dar rienda suelta a la imaginación", comentó el artista gráfico Keco Olano en una entrevista que SinEmbargo tuvo con ambos autores.
Mario Mendoza, quien se hace cargo de los guiones en ambas historias, señaló a su vez que en un principio trataron de llevar a cabo un ejercicio de anticipación, pero todo cambió a partir de la pandemia, ya esta contingencia aceleró vertiginosamente la realidad en la que se encontraban parados.
“Nosotros no pudimos calcular esa aceleración temporal, pero queríamos hacer una anticipación y terminamos inmersos en la mitad de nuestros propios personajes y dentro de nuestras propias historias. Ha sido lo más sorprendente de este trabajo de los últimos dos años y medio con Keco”, expresó.
Tanto Olano como Mendoza destacan la importancia de esta ciencia ficción latinoamericana, sobre todo por la cercanía de esta región con las distopías que proyectan en estas viñetas.
“Se trata de una idea que nos han vendido muy mal y es que hay un primer mundo que va adelante, que va en la vanguardia. Se supone que si alguien tiene que hacer ciencia ficción anticipatoria y ven mejor el futuro son los que van adelante que son Europa, Estados Unidos, Canadá. Pero eso no es cierto, no es verdad. Quienes vamos adelante somos nosotros porque el esquema no es esa idea del progreso del siglo XIX. Si la línea es el caos, nosotros vamos adelante” refirió Mendoza.
En ese sentido, Keco añadió que la libertad creativa se ha dado en un territorio inexplorado, el cual les ha dado pie para que mediante el cuestionamiento del progreso se dé forma a estos relatos distópicos. “Cómo van a terminar todas las problemáticas medioambientales, sociales, económicas de nuestras ciudades latinoamericanas. Es lo que estamos viendo”.
Y añadió: “No creemos en las utopías, no creemos en que el progreso nos esté llevando hacia un futuro mejor, sino en la destrucción de los recursos naturales. Estas novelas gráficas y cómics son provocadores”.
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—Me parecieron fascinantes, algo preocupantes, las historias que plasman en El último día sobre la tierra y Kaópolis. Dos escenarios distópicos que me llevan a una primera pregunta. ¿Cómo alimentan estas historias, de dónde surgen, son un reflejo de lo que queremos evitar, de nuestros temores en el caso del contacto alien, o una advertencia de hacia dónde vamos?
—Mario Mendoza (MM): En principio, se trataba de hacer anticipación, pero lo que no pudimos calcular Keko y yo a lo largo de todo el trabajo fue que el tiempo se aceleró vertiginosamente. Lo que sucede durante la pandemia es como si hubiéramos ingresado ya en el futuro. Todos tuvimos la sensación durante las primeras cuarentenas de algo aterrador. El pasado se ve muy lejano. Asuntos, situaciones que vivimos hace dos años parecen como de un pasado muy remoto y el presente se viene acortando. Cada vez tenemos menos presente y el futuro ya llegó, se anticipó. Nosotros no pudimos calcular esa aceleración temporal, pero queríamos hacer una anticipación y terminamos inmersos en la mitad de nuestros propios personajes y dentro de nuestras propias historias. Ha sido lo más sorprendente de este trabajo de los últimos dos años y medio con Keco. Pero también lo más fascinante.
—Keco Olano (KO): Para construir estos escenarios y estas atmósferas hemos utilizado algunos referentes, pero no conectábamos muy bien porque cuando uno habla de anticipación o ciencia ficción casi todo lo que vemos en nuestro medio proviene de Japón, de Europa y Estados Unidos, y no es algo que responda a la manera en como evolucionan nuestros países. Queríamos hacer algo que conectara perfectamente con los lectores, algo enmarcado dentro de un medio latinoamericano porque le va a dar una estética muy propia que no se ha explorado mucho en el cine ni en la novela gráfica. Era un territorio bastante propicio para entrar a especular, a experimentar y a dar rienda suelta a la imaginación. También que de alguna manera también responda y cuestione esa idea que tenemos de crecimiento económico que nos han venido diciendo nuestros políticos. Ahí está la fuerza de estas historias.
—¿Por qué no se ha alimentado o proyectado tanto el género de ciencia ficción en América Latina?
—MM: Se trata de una idea que nos han vendido muy mal y es que hay un primer mundo que va adelante, que va en la vanguardia. Se supone que si alguien tiene que hacer ciencia ficción anticipatoria y ven mejor el futuro son los que van adelante que son Europa, Estados Unidos, Canadá. Pero eso no es cierto, no es verdad. Quienes vamos adelante somos nosotros porque el esquema no es esa idea del progreso del siglo XIX. Si la línea es el caos, nosotros vamos adelante.
Los arquetipos son Kinshasa, Calcuta, Bombay, Bangkok, Río de Janeiro, Ciudad de México, Bogotá. Las ciudades arquetípicas ya no son las del primer mundo como París, Nueva York. Ya hemos superado por completo esa idea de un complejo de inferioridad latinoamericano tercermundista. Si alguien se puede anticipar son los que van en la vanguardia que es, indudablemente, el tercer mundo.
Decidimos lanzarnos a hacer una ciencia ficción latinoamericana sin ninguna vergüenza, con un total desparpajo, con cinismo e incluso de una manera provocativa. Lo que nos interesa es que se den cuenta que vemos y contemplamos correctamente lo que se avecina, lo que ya llegó y lo que ya está. El informe de Naciones Unidas de este año confirma todas nuestras hipótesis en el sentido en que el planeta está en alerta roja ecológica y demuestra que nos acercamos velozmente y paso a paso hacia una autodestrucción.
—KO: Lo que dice Mario es muy cierto. Esa libertad creativa que tenemos en este territorio inexplorado, esa idea que nos han vendido del progreso, nos da pie para que mediante el cuestionamiento del progreso en la manera en como construimos Kaópolis, esta ciudad que nos lleva hacia la distopía, hace ver lo que es. Cómo van a terminar todas las problemáticas medioambientales, sociales, económicas de nuestras ciudades latinoamericanas. Es lo que estamos viendo.
No creemos en las utopías, no creemos en que el progreso nos esté llevando hacia un futuro mejor, sino en la destrucción de los recursos naturales. Estas novelas gráficas y cómics son provocadores.
—En el caso del Último día sobre la tierra, tenemos 10 perspectivas de este gran evento que un puñado de personas percibe y sobre el cuál advierten a varios sin muchos resultados. Perspectivas muy variadas, pero con un mismo telón de fondo: el fin del mundo. ¿El hombre puede estar, dado el momento, preparado para este punto final? Y retomando este discurso sobre América Latina, ¿cómo llegará la región a su último día sobre la Tierra?, ¿sus mismas condiciones la están adelantando hacia este camino?
—KO: Hay un tema con respecto a los personajes, y es que cuando arrancamos los cómics los veíamos como unos dementes paranoicos ligados a este movimiento social de los preparacionistas. Un movimiento que apenas se empezó a vislumbrar en el 2010 con National Geographic. Son unos personajes que se empiezan a aislar de sus relaciones sociales, de sus familias, de su entorno laboral y empiezan a prepararse para estas catástrofes. Lo que ha resultado muy curioso es que ahora después de la pandemia ya no los vemos tan locos. Vemos cierta lucidez dentro de todo ese ambiente de incerteza que son estos eventos preapocalípticos.
Ha sido anticipatorio cómo los personajes han conectado con la realidad. Hay imágenes e ilustraciones de cómo van equipados con un traje de bioseguridad, algo que era impensable hace dos años e hizo que varios de los lectores se hayan identificado plenamente con ellos.
—Lo cierto es que es un elemento recurrente en el plano de la ficción, incluso nosotros mismos reconocemos un abanico de posibilidades ante una hecatombe. ¿Por qué no nos cansamos de estas historias, y por el contrario siempre estamos en busca de nuevos escenarios?
—MM: Se trata de una sospecha, la sospecha de unas clases dirigentes que engañan y mienten a su antojo. Hablan de democracia, de igualdad, de derechos humanos. Nos hablan de unos ideales que son completamente falsos como los de la Revolución Francesa: solidaridad, igualdad, fraternidad. Todos son discursos vacíos, huecos, sin ningún sentido. Practican todo lo contrario. Son despiadados, segregan.
América Latina es el continente que tiene mayores distancias entre unos y otros. No pobres, los más pobres están en África. Pero son sociedades que tienen mayores distancias entre gente opulenta que vive en mansiones y que manejan fortunas, y unos miserables que se alimentan de las basuras y reciclan lo que dejan los otros. Ese mayor distanciamiento está en América Latina.
Pertenecemos a la zona más desigual del mundo y tenemos unos políticos que no hacen sino hablar de esos valores completamente huecos y que practican negocios fraudulentos, pactan por debajo de la mesa. Lo vimos con los Pandora Papers. Aparecen grandes magnates, políticos, gente que está incluso en las presidencias de sus países, y que por otro lado se las ingenian para no dejarle a su pueblo un solo centavo. Nosotros en Kaópolis vimos cómo hay una política aliada a unas mafias, a unas creencias y a prácticas religiosas. La decadencia de Kaópolis se origina de la corrupción. Y se viene cumpliendo paso a paso todo lo que nosotros trazamos en esa novela gráfica que acaba de llegar a México y que es la primera parte de una trilogía. Todo lo hemos venido afirmando durante los últimos dos años.
—Ahora que introduces a Kaópolis. ¿Creen que las mismas dinámicas de la clase gobernante sobrepasan este tipo de ficción?
—MM: Sí, indudablemente. En el caso nuestro tenemos el proceso ocho mil, la parapolítica. Hemos tenido 30 años de una lucha frontal contra la corrupción donde el director de la DEA en Colombia sale diciendo que es una narcodemocracia. En ese momento se rasgan las vestiduras, pero hoy en día sabemos que era una frase absolutamente cierta.
En el caso mexicano, uno podría marcar un momento muy claro que es la llegada de [Carlos] Salinas de Gortari a la Presidencia de la República con un hermano mafioso, Raúl, que termina capturado en la frontera con Estados Unidos, con alianzas con los grandes carteles. Cuando termina la presidencia, en el 94-95, matan a [Luis Donaldo] Colosio y de ahí en adelante todo es un maremagnum de una confusión en donde no sabemos dónde está el piso sólido de la decencia que le queda al pueblo mexicano.
Hay políticos que han vendido, traicionado, mentido. Colombia y México desafortunadamente comparten esa hermandad; somos pueblos con problemas estructurales muy parecidos, como si México se viera reflejado en Colombia y viceversa. Nosotros en Kaópolis trazamos muy bien ese tipo de corrupción y trampas de unos dirigentes con respecto a su pueblo. El Último día sobre la Tierra es más el tema climático de una sociedad que va de manera ciega hacia su propia autodestrucción.
—Es imposible no conectar parte de la trama en Kaópolis con una cuestión bíblica. ¿Es Issa un Cristo distópico?
—MM: Era un texto mucho más sobrio, calmado, reposado, casi que tendía hacia la meditación, una mezcla de mundos budistas con un evangelio. Pero en la medida en que Keco fue elaborando los dibujos, construyendo la ciudad y las máquinas, en la medida en que fue configurando este universo increíble, tuve que modificar el guión y se fue volviendo cada vez más político. Es extraño. Hoy en día lo veo y me parece fascinante. Pero el discurso final estaba implícito en los diseños que Keco propuso y que terminan siendo el mayor poder de Kaópolis, que es el poder visual de esa ciudad increíble.
—KO: Esta ciudad industrial distópica, que se erige en vertical, nos da pie para que se evidencie muchísimo más las desigualdades sociales, porque estamos acostumbrados a ciudades que crecen en sentido horizontal. Nunca vemos la miseria, pero cuando está en vertical, claramente se ve dónde está cada uno, mucho más acentuado por este muro divisorio. Aparte de la corrupción que hay en este mundo, viene cómo reaccionan estos regímenes totalitarios ante la protesta y es cuando empieza el tema de violencia.
Tenemos todo un departamento de seguridad que inclusive lo diseñé a la estética de la Alemania nazi porque quería ser un poco más tosco con esto. Cuando empiezan a surgir estas imágenes del estallido social —que fue muy impactante cuando varios salimos a las marchas en noviembre de 2019— estas imágenes ya las teníamos en Kaópolis. Vimos cómo ya había empezado, ya estábamos metidos dentro de estas ilustraciones. De alguna manera nos pudimos anticipar a todo lo que se venía cocinando en Colombia, luego llegó Black Live Matters y luego llegaron las siguientes protestas en Colombia que fueron más violentas. Casi 13 muertos en una noche. Eso no lo habíamos visto ni siquiera en Ucrania. Desde ese punto de vista, Kaópolis fue muy preciso.
—Es curioso que en estos mundos la tecnología nunca está del lado de la humanidad, sino que acrecienta estas divisiones. Una cuestión que se aborda en el cyberpunk. ¿La tecnología es un factor que ahonda la desigualdad?
—KO: Sí. Los nuevos cyborgs van a ser la nueva especie, las nuevas clases sociales que van a estar dotadas de ventajas con respecto a los demás. Pero no solo desde el punto de vista de la cibernética, donde uno puede irse acomodando nuevas prótesis, sino desde la genética que es algo de lo que habla Aldous Huxley. Esas divisiones que en este momento están acrecentadas por el aspecto económico irán directamente relacionadas con la tecnología, porque unos pocos podrán tener acceso a estas nuevas tecnologías implantadas en el cuerpo humano. Si hablamos de tener acceso a vehículos, edificios inteligentes, turismo espacial o colonias en la Luna, únicamente será la gente que tiene los recursos económicos para poder tener estas comunidades. Eso cada vez más lo vamos a ver de una manera muchísimo más fuerte.
—¿Por qué será que en cuestión de soluciones o nos quedamos cortos u optamos por no escuchar a quienes nos advierten de lo que se avecina, una situación que es constante en ambas novelas gráficas?.
—MM: Hay un matemático norteamericano de los años 80-90 que termina radicalizándose de mala manera. Sospecha que la tecnología va a ser utilizada para el embrutecimiento de las grandes masas y también como una vigilancia como el Gran Hermano. Una vigilancia donde van a terminar subyugando y alienando a enormes multitudes alrededor del globo. Dice que la tecnología va a ser utilizada como un mecanismo de control del Gobierno y de un fuerte embrutecimiento. Ese matemático es Theodore Kaczynski, Unabomber. Termina convertido en un terrorista que pone bombas en los Estados Unidos a las grandes compañías de tecnología. Hoy se encuentra preso, pero hay una extraordinaria serie de Netflix sobre él que vale la pena ver. Una serie gourmet donde está casi concebido de manera mágica lo que es el mundo contemporáneo. Vemos una cantidad de nuevas generaciones alienadas, metidas en las series sociales, trastornadas y psiquiátricamente perturbadas. Nos damos cuenta que todo mundo está gobernado por esas plataformas. Vimos a una exempleada de Facebook salir a hablar y confesar de manera aterradora lo que son los intereses de esas plataformas. Todo el mundo se guía de alguna manera por ellas, y eso tiene que ver con ese embrutecimiento general.
La gente no puede pensar, no puede digerir la información, no se documenta y se va guiando de manera muy emocional. Eso hace que vayamos cayendo en ese abismo de manera vertiginosa. Hemos intentado con las novelas gráficas y los cómics que las historias y nuestros personajes tengan un gran suspenso, no sólo que sean cautivantes para el lector, sino que de alguna manera le quiten el pelo y se haga ciertas preguntas que no se ha hecho. Eso nos interesa mucho, un mecanismo de resistencia artística y estética, y también una resistencia política.
—KO: Nosotros creemos que estas dos historias, tanto Kaópolis por un lado como El último día sobre la Tierra, nos presentan lo que son estas problemáticas que tenemos sociales, medioclimáticas, económicas. Para lograr poder vislumbrar estos mundos y para ver hacia dónde nos van a llevar, lo que queremos es que el lector pueda cuestionarse y cuestionar todas estas ideas que nos vienen vendiendo. Creemos que al caer en conciencia sobre nuestro estado y el futuro que nos espera podamos de alguna manera crear movimientos de resistencia, de pensadores que se resistan a seguir el lineamiento que nos están imponiendo los regímenes. Mediante estos movimientos de resistencia tener algún grado de esperanza si se puede decir.